Un día desperté súbitamente en medio del ritual, y sentí que nada me resonaba. Un Dios que discriminaba y otorgaba indulgencias para partir al Cielo por la cantidad de oraciones y participación en ceremonias.
Me propuse saber la verdad de tanta incoherencia y falta de sentido común.
Fui entendiendo primero que ese Dios lejano no es ese abuelo en las nubes, no es Dios; un Dios humanizado que tenía ira y había que temerle, practicando “el temor de Dios”.
Bendigo ese lugar que me permitió aprender a salir de la rigidez y abrirme a la incertidumbre.
No fue fácil, pues con el intelecto me había defendido de mis dolores e incomprensiones y tuve que comenzar a domar ese ego mental, para escuchar esa voz interior que se abrió paso con mi tenacidad y el apoyo de una guía que me enseñó que sólo tu eres responsable de tu vida y las respuestas están todas ahí en tu corazón (Bendita Mariluz, eterna gratitud).
No es un decir, tampoco es el corazón físico, en ese espacio vibra Yo Soy, mas en otro campo vibratorio que se entrelaza con tu corazón. Desaprender y dejar atrás todas las fantasías y creencias respecto a lo que significa para el inconsciente colectivo ser espiritual; tal como ser exitoso, lindo apellido, hermosa casa y apariencias de todo tipo, dinero, etc. y sobre todo no se te ocurra enfermarte, porque si no ya no eres espiritual.
Cada uno tiene su camino a descubrir.
Gracias Padre por toda tu gracia divina, tus regalos de amor, que se logran sólo por merecimiento, esfuerzo y tenacidad sin sacrificio y sin postergación.
Hasta que encontré mi camino al servicio de la Luz y el despertar de la consciencia, con profundo respeto al libre albedrío.
Servir es un honor, honor de ser mensajera, canal de la Jerarquía de luz. Nada de lo que canalizo me pertenece, son los frutos de Yo Soy.
Es la entrega dócil a la melodía interior, que sólo susurra aliento y palabras de Amor.